sábado, 23 de marzo de 2013

Indígena - Aborigen, NO "Originario"

Esta nota se titulará simplemente así, porque la siento como una gran negación de nuestro inconsciente, para un eterno error que estamos cometiendo al expresarnos por los pueblos indígenas u aborígenes de nuestro país o del Continente, pero estoy más dolido porque me doy cuenta que los propios aborígenes que suelen ser consultados en espacios radiales, televisivos o escribir notas o prestarse para algún requerimiento periodístico cometen el mismo error.

Lo que me resulta más grave es ver que la “Semántica” nos parece irrelevante ante el cúmulo de problemas más graves que la causa indígena debe afrontar.
Esto pensamiento me resulta alarmante en tanto y en cuanto la semántica es una de las herramientas lingüísticas utilizada por el indigenismo del siglo XIX y gran parte del XX.
Es más preocupante cuando este pensamiento prende en personas bien intencionadas con poder de convocatoria y formadores de opinión, a quién intentamos advertir recibiendo una rotunda negativa a “... perder el tiempo en simple “Semántica” ...”
Yo tengo la costumbre de “perder el tiempo” facilitando a la gente la comprensión de las cosas, quizás esto parezca una tontería pero estoy convencido que M. Alejo Vignati tenía razón cuando en 1940 llamaba la atención sobre esta cuestión.
No fue una simple cuestión llamar “Campesino” o “Paisano” al indígena como tampoco lo es hoy llamarlo: “Originario” que, si bien reflejan lingüísticamente la correcta acepción del término, no funciona musicalmente o sea no tiene la misma y adecuada sonoridad en tanto y en cuanto no refleja identidad o pertenencia y por ello debilita o quita fuerza a los reclamos, en particular sobre la tierra.
Si bien siempre expreso que la causa Indígena es la causa de todos los desposeídos, está claro que los reclamos, tienen características particulares que, de ninguna manera pueden ser ignorados.
El reclamo por la tierra ancestral es una particularidad indígena que no puede ser soslayada: La “Propiedad Ancestral en tenencia comunitaria, familiar o particular” según las características de cada caso, lo hace diferente al reclamo de propiedad de la tierra, liso y llano y la tremenda fuerza de su reclamo es su genuina identidad como Indígena.
Desdibujar o debilitar la figura jurídica del “Derecho Ancestral” es y fue parte de las herramientas por debilitar sus justos reclamos.
Hasta los años ochenta no importó ya que se consideraba peyorativo ser reconocido como aborigen; estábamos bajo el mandato político y social de “Mantener el trato pacífico con los indios” y ellos por no ser mal vistos no se reconocían como tales, pero en los ochenta, después del Congreso Indígena de Ollantaytambo, Perú, todo cambió.
Allí, todos los asistentes indígenas y no indígenas recibimos una dosis tan fuerte de identidad genuina que nos hermano enuna lucha plagada de esperanza por revitalizar los derechos ancestrales indígenas, nuestros derechos civiles, como Ciudadanos Indígenas Argentinos Con esas características particulares que emana de nuestra nacionalidad, abonada por este suelo nuestro.
“Originarios” somos todos los que habitamos el suelo Argentino y tenemos la suerte de que solo unos pocos puedan ser, y ostentar, el reconocimiento de ser Indígenas, u Aborígenes, allí donde se está construyendo la Argentinidad que, juntos, “Originarios” provenientes de los rincones más dispersos del mundo y los “indígenas” estamos construyendo.
Llamemos a las cosas por su nombre: NO PODEMOS VOLVER AL PASADO

domingo, 10 de marzo de 2013

Carta Abierta

A los jóvenes y no tan jóvenes

     Hoy, creo que ha llegado el momento de escribir esta nota para nosotros mismos, para nuestros jóvenes, durante casi cuarenta años escribí para la gente, simpatizantes de la causa indígena, quizás para motivarlos o brindarles un pequeño grano de arena que contribuyera a consolidar este camino que, entre todos, hemos emprendido.
     El otro día escuche y miré a un joven indígena expresarse sobre la causa y decir que no sabía cómo o porqué la causa indígena había regresado en los últimos años.
     Escuchar esto me indignó, dicho por un aborigen y en un medio masivo es un tema alarmante ya que transmite un desconocimiento de la causa y sus orígenes que, mal o bien, como indígena no puede desconocer.
     En segundo lugar me molesté con los productores del canal “Encuentro” ya que se supone que para entrevistar a una persona o mostrar una causa hay que saber para no contribuir a la confusión generalizada.
     El indígena entrevistado se decía Mapuche y durante toda la entrevista hablaba como si su lugar de origen fuera Argentina, en ningún momento fue confrontado por los conductores ni el joven mapuche modificó o aclaró su posición.
     Loable, por cierto, para los Mapuche, pero muy alejada de la realidad indígena Argentina. (Cada país tiene su característica de acuerdo a la política implementada con respecto al aborígen.) 
     Anécdotas como esta se suman diariamente y ya no tengo herramientas ni fuerzas para salirle al cruce, combatirlas y apuntalar a los desinformados para que involuntariamente, no cometan errores.
     Sucede que las acciones de los hombres están teñidas de falsos objetivos y aviesas intereses, muchas veces esas actos perjudican a la causa indígena, en su conjunto por defender intereses sectoriales.
     La CAUSA INDÍGENA de los Pueblos de Abya Yala, es la causa de todos los desposeídos del Continente que no se puede disociar.
     El concepto moderno del derecho legal (Derecho Romano) y las bases y estructuras administrativas creadas en la América Latina posterior a la Conquista, la cultura de Occidente, rige nuestros actos y hechos administrativos.
     Debemos, en nuestra lucha aceptar y acatar las reglas del juego, leyes y normas que regulan nuestra sociedad, de lo contrario, uno se convierte en un renegado o un delincuente; puede exigir sus derechos si puede demostrar que respeta los del otro.
     La historia profunda y reciente está plagada de violación de los derechos de los aborígenes por parte de la sociedad aprovechada, principalmente en Chaco y en el NOA, hay sobradas pruebas de ello.
     Son esas constantes violaciones las que nos sirven de respaldo para nuestros reclamos ya que ante los hechos consumados deberemos actuar en consecuencia.
     Por ejemplo una de las pautas fundamentales de los pueblos Indígenas es no renegar nunca de su IDENTIDAD, de pertenencia a un Pueblo una Nación Etnica reconocer y aceptar que en el Occidente Cristiano se nos impuso una cultura, que no necesariamente nos obliga a abandonar la nuestra, se nos impuso una frontera, una Nacionalidad Administrativa, que nos hace pertenecer a un grupo humano aceptado por todas las otras naciones del mundo y se rige, como dije, por el derecho Romano.
     Nuestra lucha es la inclusión, la incorporación en la sociedad que nos imponen, con el mismo grado de posibilidades y ejerciendo las libertades individuales y colectivas.
     Hasta 1984 la Constitución Argentina sintetizaba el pensamiento de la Sociedad Argentina y lo expresaba en el Art.67 inc.15 de las atribuciones del Congreso Nacional que fuera modificado luego en el Paraná, Santa Fe en 1994.
     La Causa indígena renace en Argentina como reflejo de la constancia de los pueblos indígenas, de sus dirigentes que supieron captar el momento para difundir su mensaje; nuestra militancia en la Causa Indígena de Sudamérica como respuesta a la militancia y a las urgencias planteadas, se organiza en 1980 a instancias de la Asociación Indígena de la República Argentina, AIRA y el Consejo Indio de Sudamérica, CISA como organizador el Congreso de Ollantaytambo que, a partir de ese momento, se convierte en un hito de la causa india.
     Allí, el dirigente indígena y amauta Fausto Reinaga pronuncia un encendido discurso arengando a los jóvenes, entre los que me encontraba, como observador, e imprimiendo en los delegados presentes una conciencia, ausente hasta ese instante, su llamamiento fue un llamado de atención y un grito de libertad que se expandió por todo el Continente y que a partir de ese momento impulsó a los jóvenes.
     “Debemos estar orgullosos de ser indios, que nos llamen indio, con la palabra indio nos Conquistaron con la palabra indio, hoy nos liberaremos”.
     La militancia política partidista que se desató a fines de la década de los setenta y primeros años de los ochenta, la decadencia del proceso militar en Argentina y en toda América Latina potenciaron estas acciones, los partidos políticos ya comenzaban hablar de elecciones.
     Nuestras juventudes políticas habían pasado una experiencia nefasta y muchos jóvenes idealistas habían desaparecido, ahora la política estaba en manos de los veteranos políticos y sus estructuras partidarias, el ideal de un país mejor había quedado atrás y en la memoria activa de la sociedad.
     Nosotros, menos idealista, menos políticos estábamos comprometidos con la “Causa Indianista” que había lanzado Fausto Reinaga luchando por una identidad indígena para los indígenas, queríamos un trozo de la torta, para eso debíamos aprender a hornear y a cortar el pastel.
     Fue en ese momento que se refleja una necesidad de existir por una identidad nacional después de los oscuros años del Proceso.
      Junto a la militancia política comienzan a surgir los reclamos sectoriales, la Causa Indígena es una de ellas.
     Los dirigentes indígenas en Buenos Aires agrupados en la AIRA vieron la oportunidad de estar presente en toda esa efervescencia generada por esa apertura que se gestó en un real antagonismo al oscurantismo del proceso.
     Se organizaron encuentros, jornadas, seminarios, congresos allí donde hubiera un lugar y unos interesados por hacerlo, explicando a la sociedad la causa indígena y cuales eran sus puntos más sobresalientes.
     Se llevaron a cabo seminarios de "filosofía indianista", explicábamos que estábamos contra las políticas “indigenistas” por considerarlas paternalistas, (Habían cumplido su rol a finales del siglo XIX y principios del XX para convertirse en herramienta de dominación, en manos de los Estados Nación.) como contraposición proponíamos políticas “Indianistas” gestadas, elaboradas y ejecutadas por los propios Indígenas (Sabíamos que este era un plan a largo plazo para lograr formar los cuadros políticos que trabajarían en sus propias ideas y propuestas.)
     Aquellos jóvenes indígenas que habían accedido a estudiar y que habían luchado por igualar sus posibilidades nos demostraban que sí era posible; en los cuadros indígenas había ingenieros, abogados, Contadores trabajando por la causa.
Cuando El Radicalismo, El partido más orgánicamente consolidado del país y el segundo en aceptación ya que el primero era y es el justicialismo.
     Creado por Juan Domingo Perón en la década de los cuarenta como Partido Laborista, después denominado Peronista y finalmente el propio Perón lo identificó como un Movimiento de masas cuya doctrina es la “justicia social” y lo llamo “Movimiento Justicialista” desde entonces fue primero en el sentir popular pero nunca fue aceptado por los militares, sus cuadros juveniles, y el peronismo mismo, sufrieron bajas enormes con este militarismo que se organizó sistemática y concientemente para eliminar del Continente una generación, porque no dos, de militantes.
     Nosotros no teníamos pasta de héroes, nuestro compromiso estaba en intentar modificar algunas cosas, posibles con mucha fe y trabajo, fuimos perseverantes.
     Raúl Ricardo Alfonsín, radical, oriundo de Chascomus, Provincia de Buenos Aires se destacó como un líder popular, aunque no lo era, sin embargo después de imponerse con el 53% de los sufragios se elevó en el gusto y la aceptación de la gente, potable aún para los peronistas que se conformaban con salir del proceso e ingresar en una nueva etapa democrática, donde si se lo proponían y hacían las cosas bien, podrían aspirar a llegar, ahora a los radicales les tocaría responder a las expectativas de la sociedad, al 53% que sí y al resto que no; debiendo desarticular y esclarecer lo ocurrido en el país, cerrar y lavar heridas, condenar a los culpables y tender en el país un manto esperanza que la sociedad pedía sin saberlo.
     La verdad, hoy a la distancia puedo verlo y aún no lo creo, Alfonsín, lo logró, promulgó las Leyes de “Obediencia debida” “Punto final” promovió y realizo el “Juicio a los Comandantes” e implementó un política de derechos humanos que permitió crecer y afianzarse a organizaciones como “Madres de Plaza de Mayo”, “Abuelas de Plaza de Mayo” e infinidad de organizaciones intermedias de desaparecidos, aún con el constante antagonismo de quienes no veían en el radicalismo la fuerza que sacaría adelante el país.
     Por ese entonces la militancia en la causa indígena se agigantó y prácticamente vivía full time para ella, con los consabidos deterioros de mis relaciones familiares, maritales y laborales.
     Por entonces el Senador Fernando de la Rúa tiene la feliz idea de desempolvar un viejo proyecto de una ley Indígena que el Dr. Illia no había podido concretar cuando sobrevino el golpe del General Juan Carlos Onganía
     De la Rúa quizás atraído por la posibilidad de captar al movimiento indígena para sí, alentado por dirigentes indígenas de peso como el Abogado de origen Coya, Eulogio Frites, en esa época presidente de la AIRA, que se hallaba trabajando con el senador.
     Cuando me entero de tamaña aventura, nosotros no podíamos aceptar que desde los escritorios de la Capital se orquestara todo para hacer una ley paternalista, y fundamentalmente inconsulta que sus supuestos beneficiarios, no conocían.
     Inmediatamente cursé una carta Documento solicitando al Congreso de la Nación y al propio Senador solicitándole “no Innovar” tomarse el tiempo suficiente para consultar a otras organizaciones indígenas u especialistas para que presenten otros anteproyectos y se consulte a las bases y otros interesados sobre la viabilidad de lo expuesto, y por sobre todo intentar no volver a legislar desde los escritorios de Buenos Aires.
     En ese preciso momento se inició la carrera en contra de los intereses ocultos, aquellos que sin decirlo abiertamente, se encuentran enquistados en la sociedad desde siempre como un viejo y arcaico temor que no sabemos a que obedece ni a quien responde.
     Eulogio (Frites) que ya estaba comprometido me convoca para que fuera yo quién me encargara de elaborar un anteproyecto para el AIRA acepté con la condición de convocar para trabajar conmigo durante el tiempo que durara la concreción del anteproyecto a un jurista.
     Se aceptaron esas condiciones, convoque a un abogado que en ese entonces colaboraba con la causa el Dr, Ruiz Días y nos pusimos a trabajar en la sede del AIRA.
     Corríamos contra reloj, mi apresuramiento de enviar la carta Documento había acortado los tiempos legales para frenar cualquier presentación y debíamos tener las propuestas nuestras.
     Tres días, después de intenso trabajos y consultas con los dirigentes que periódicamente, día tras día, concurrían a la AIRA presentamos un proyecto a la dirección de la institución.
     Eulogio cuestionó algunas cuestiones de derecho laboral y sobre la libertad de creencias, aduciendo que el Senador lo tenía en cuenta y modificaría; apenado por ver que los intereses primaban sobre el sentido común, solicité a Eulogio la libertad de presentar con la Fundación que Presidía y había fundado con mi esposa, Fundación Argentina Alexis Carrel, FUNDAAC, nuestro anteproyecto, debía solicitar una autorización, cuestiones éticas ya que no ser indígena lo exigía.
       Días después, como estaba previsto, presenté el Anteproyecto Carrel que se compatibilizó con los otros dos presentados, el de la AIRA y el del Senador.
      En reuniones en una sala del Congreso Nacional se llevaron adelante las reuniones de trabajo para estudiar los anteproyectos presentados por mesa de entradas.
     Teníamos que aprobar un anteproyecto, partiendo de la base de los tres que se tenían para trabajar y una vez aprobado hacer que el Congreso Nacional organizara sendos congresos en las regiones con mayor población indígena para su estudio realizar enmiendas al texto original y proponer el definitivo.
     Como se acortaban los plazos y De la Rúa no había realizado la gestión para concretar la consulta convoque a los indígenas de los Valles Calchaquíes para que se encargaran de convocar a un congreso para estudiar los anteproyectos y la propuesta presentada que yo les haría llegar.
     Lo mismo pude hacer en el Sur, para ser más preciso en el Bolsón, donde viajó, por cuestiones personales una colaboradora nuestra, Elba Reus de Pascutti; Ella ofició de corresponsal nuestra y explicó los alcances de nuestra propuesta y de la otras posibilidades, a un congreso reunido, allí para tal fin.
     De ambos congresos, al finalizar las deliberaciones se emitieron conclusiones en los que los concurrentes proponían, según su criterio los pasos a seguir al Congreso nacional, tengo copias de ambas propuestas.
      Con estas propuestas actuamos en consecuencia en lo actuado en el Congreso durante el tiempo que nos llevó informar a los legisladores de lo que habíamos realizado y cuales habían sido los resultados.
      Simplemente para quién quiera conocer la verdad sobre lo acontecido entonces, sin partidismos, o intereses sectoriales, que no sean los de la Causa Indígena, les bastará ver los archivos personales o el “Apéndice” del libro “500 años después ... La otra historia”.
      Ya tengo muchos años, para mi gusto, no es bueno entrar en esta etapa de la vida en que comienza a quitarnos afectos y a endilgarnos pesares; aún cuando actuemos con serenidad y sobriedad, nos queda un gusto amargo con aquellos acontecimientos que se suceden sin poderlo remediar, simplemente como si contempláramos calladamente, resignadamente el pasar de los años.
     Creo que no logramos hacer lo que nos proponíamos en cambio sí creo que hicimos aquello para lo que estábamos destinados, despertarnos del letargo en el que nos había colocado la historia y estaba la Causa Indígena, continuando una tarea de militancia que los jóvenes deberán seguir.
     Me resisto a ello, sin embargo tengo clara la situación, los luchadores que ya se fueron no regresarán, los que aún estamos lo hacemos, lentamente, sólo resta que los jóvenes tomen la posta y continúen.
     Les haría falta un “Ollantaytambo”, un Fausto Reinaga pero el cuño del cual surgieron esos hombres se quedó en su época, cuño que sirvió en los ochenta para motorizarnos a Diego Lanusse “Condorcanqui” Fausto Durán, Martín Corimayo, Eulogio Frites, Augusto Ramallo, Rogelio Huanuco, actual presidente de la AIRA y tantos viejos luchadores y a los anónimos indígenas que acompañaron cada acto, cada movilización, a las mujeres indígenas que estuvieron siempre en primera fila de cuanta marcha o movimiento se realizara, se que me olvido de la mayoría, a todos ellos mi reconocimiento.
      Los jóvenes son quienes deberán demostrar que nuestro camino puede transitarse, que nuestro humilde tarea no fue inútil.